22. Y Moisés regresó. Este retorno al Señor se usa aquí en un mal sentido para abandonar su cargo; porque Moisés no está relacionado con haber rezado con calma o, como en una emergencia difícil, haber buscado humildemente el consejo del Señor; pero, dejando a los hombres con los que tenía que hacer, que había regresado disgustado con Dios, para exigir su despido. Regresó, entonces, a Dios, para que toda la empresa pudiera ser abandonada, como si nunca hubiera sido enviado. Esto es lo que transmiten las palabras, ya que él se expone abiertamente con Dios, porque había permitido que su pueblo fuera más cruelmente rogado, aunque les había prometido la liberación. A primera vista, su locura parecería ser mayor que la de todo el pueblo, porque él acusa directa y abiertamente a Dios como el autor de todo el mal que Faraón había infligido; Sin embargo, dudo que no, pero que él contó con tristeza las quejas de la gente que expresó sus propios sentimientos. Aun así, su amargura no es del todo excusable cuando se arrepiente de su vocación y se indigna porque le han confiado una acusación infructuosa. Pero cuando acusa la flojedad de Dios al redimir a su pueblo, se hace evidente cuán profunda es la oscuridad que se había apoderado de su mente. Había sido advertido a su debido tiempo de la dureza del corazón del faraón; había escuchado que no cedería hasta ser aplastado por la poderosa mano de Dios; ahora, olvidando todo, se maravilla de que su redención no esté completa. A menudo se nos ocurre lo mismo, que la doctrina de la fe y la esperanza, que en tiempos de paz brilla en nuestros corazones y resuena en nuestra lengua, se pierde por completo cuando llegamos a un conflicto serio. Por lo tanto, debemos dedicarnos con mayor buena voluntad a su estudio, para que incluso en las circunstancias más difíciles, el recuerdo de ello pueda ser nuestro apoyo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad