16. Y estos son los nombres de los hijos de Levi. Debido a que era especialmente deseable conocer el origen de Moisés y Aarón, se refiere a él con mayor detalle, y enmudece más claramente a las familias que descendieron del patriarca Levi; no para atribuir ninguna dignidad peculiar a su propia raza, sino para hacer que parezca más caro que la gente no fue sacada por ningún extraño, sino que él, quien sería el testigo entre sus hermanos del poder y la gracia, y La verdad de Dios, fue divinamente elegida de la acción genuina de Abraham. Y, ciertamente, era correcto que esta bendición incomparable de Dios, si la hubiera, no solo se celebrara, sino que también se probara, a fin de preservar su certeza, así como su memoria, en todas las edades. Pero cuán alejado de cualquier sentimiento ambicioso fue el diseño de Moisés en esta narración, podemos reunirnos de una sola parte de ella, donde dice que él era la descendencia de la tía de su padre; (76) porque aunque la ley aún no había prohibido los matrimonios ilícitos, la naturaleza misma dictaba que era inapropiado que un sobrino tuviera conexión con su tía, quien se para en el grado de su madre. Cuando, por lo tanto, Moisés no duda en confesar que surgió de un matrimonio incestuoso, no solo deja de consultar su propia reputación, sino que proclama ingenuamente la desgracia de sus padres, en aras de ilustrar únicamente la gloria de Dios. La ignorancia tampoco era excusable, aunque la ley aún no estaba escrita, al descuidar la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, por la violación de la modestia natural. Pero debido a que los hombres son demasiado aptos para disfrutar de tal libertinaje, fue necesario prohibir en términos expresos estos viles afectos, que casi siempre han prevalecido de manera inmoderada y extensa entre los orientales. Mientras tanto, podemos aprender que la imitación de los patriarcas no es segura, cuando pensamos que podemos adoptar indiscriminadamente lo que sea que hayan hecho. Que en su larga vida, Leví, Coat y Amram engendraron tan pocos hijos, a saber, el primero, tres; el segundo, cuatro; el tercero, dos; no ocurrió sin el diseño de parte de Dios, que, en la increíble fecundidad que siguió, el milagro de su gracia podría aparecer más claramente; porque ¿quién hubiera pensado que podría suceder que, en menos de 200 años, una inmensa multitud pudiera surgir de tan pocas personas? Tampoco sucedió por provisión humana; pero después de que Dios, según su costumbre, parecía burlarse de ellos en sus humildes y despreciables comienzos, su poder se manifestó más brillantemente por su multiplicación repentina e inusual. Paso por alto algunos puntos que parecen tener poca o ninguna importancia.

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