20. El que temía la palabra del Señor. En estas palabras, Moisés muestra que hubo algunos a quienes la experiencia les había enseñado hasta ahora a no despreciar por completo lo que había denunciado; porque de ahí surgió su temor de la denuncia del castigo, porque estaban persuadidos de que Moisés era el siervo de Dios y un Profeta, así como el heraldo del juicio Divino. Aunque también parece que no se habían arrepentido seriamente para obedecer a Dios, sino que se vieron obligados a tomar estas precauciones por terror inmediato y momentáneo. Por lo tanto, el miedo particular a menudo hace que los reprobados estén ansiosos de desaprobar o volar de la venganza de Dios. Aún así, Moisés dice que su miedo los benefició, ya que no experimentaron la misma calamidad que otros, que eran más insensibles. De esta manera, Dios dio testimonio de que, en la medida en que cada uno desprecia más obstinadamente sus juicios, más afligido y gravemente se ve afectado; pero que algunos incrédulos están, en cierto grado, exentos de inconvenientes, y son más amablemente castigados, porque al menos no se enorgullecen orgullosamente de despreciar su poder. Además, por esta destrucción, el juicio de Dios brilló más claramente, cuando entre los egipcios mismos, el que estaba más endurecido recibió la recompensa segura de su desprecio. Sin embargo, este ejemplo nos enseña que no beneficia mucho a los incrédulos, aunque Dios puede perdonarlos por un tiempo cuando están alarmados y humillados; porque siempre quedan condenados a muerte eterna.

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