30. Pero en cuanto a ti y tus sirvientes, lo sé. Tal libertad de reprobación demuestra claramente con qué magnanimidad fue investido el Santo Profeta, quien, sin tener en cuenta la ira del tirano imperioso y cruel, no duda en condenar la impiedad de sí mismo y de toda su corte. Tampoco se puede cuestionar que Dios restringió milagrosamente a tantas bestias salvajes para mantener sus manos lejos de Moisés; porque no puede atribuirse ni a su moderación ni a su humanidad, que los hombres, por lo demás peor que los de mente sangrienta, no lo mataron cien veces, cuando los provocó con tanta amargura. Pero, por su firmeza, también parece cuánto se había beneficiado de su noviciado; (113) porque él, que antes había huido lejos para refugiarse por miedo a sus dardos, ahora no tiene alarma en el conflicto más candente. Pero él justamente afirma que los egipcios no "temen al Señor"; porque la alarma y el terror no siempre llevan a la mente a la reverencia y la obediencia debida. Porque Moisés habla del verdadero temor, que nos une por completo a Dios, por lo que se llama "sabiduría" y "el comienzo de la sabiduría" (Proverbios 1:7 y Salmo 111:10). Pero los hipócritas, aunque temen el nombre de Dios, están muy lejos de desear voluntariamente servirle. Por lo tanto, para que no nos engañemos con imaginaciones vacías, aprendamos honestamente a tamizar todos nuestros sentimientos, y diligentemente a examinar todos esos huecos sinuosos (114) huecos, con lo cual los corazones humanos están llenos e increíblemente enredados. Surge una pregunta, ¿por qué Moisés asumió la parte de un intercesor, cuando no ve arrepentimiento? mi respuesta es que, por lo tanto, no estaba listo para ahorrar, como si hubiera sido persuadido; pero que dio un corto intermedio, hasta que la impiedad del rey nuevamente se traicionaría, y así Dios debería cumplir lo que había predicho respetando todas las plagas. Es, entonces, absurdo reunir, como algunos hacen, de este pasaje, que los ministros de la palabra y los pastores deberían estar satisfechos con una mera confesión verbal; porque Moisés no tenía la intención de perdonar sino abrir un camino para los juicios de Dios restantes.

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