Cuando se le ordena al Profeta que coma lo que recibe, esto no debe extenderse a todo lo que se encuentra con él, pero, cualquiera que sea el sabor del libro, tiene prohibido rechazarlo, ya que su amargura posiblemente podría causarle rechazar las amenazas de Dios. Por último, se destaca la calidad del libro, porque no contenía nada más que el material para el dolor. Añade, que abrió la boca, en aras de la obediencia; por lo cual significa que no era curioso o delicado al tratar de probarlo, sino que tomó lo que se le ofreció divinamente, sin la menor vacilación. Ahora agrega:

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