20. Y Dios estaba con el muchacho. Hay muchas formas en que se dice que Dios está presente con los hombres. Está presente con sus elegidos, a quienes gobierna por la gracia especial de su Espíritu; también está presente, a veces, en lo que respecta a la vida externa, no solo con sus elegidos, sino también con extraños, al otorgarles alguna bendición notable, como Moisés, en este lugar, elogia la gracia extraordinaria con la que el Señor declara que su promesa no es vana, ya que trata a Ismael con favor, porque era hijo de Abraham. Sin embargo, de esta doctrina general se infiere que es enteramente atribuible a Dios que los hombres crezcan, que disfruten de la luz y del aliento común del cielo, y que la tierra les proporcione alimento. Solo debe recordarse que la prosperidad de Ismael fluía de esta causa, que se le prometió una bendición terrenal por el bien de su padre Abraham. Al decir que Agar tomó una esposa para Ismael, Moisés tiene en cuenta el orden civil; ya que el matrimonio forma una parte principal de la vida humana, es correcto que, al contraerlo, los hijos estén sujetos a sus padres y obedezcan su consejo. Este orden, que la naturaleza prescribe y dicta, como vemos, fue observado por Ismael, un hombre salvaje en el barbarismo del desierto; porque estuvo sujeto a su madre al casarse con una esposa. De ahí percibimos cuán prodigioso fue el Papa cuando se atrevió a derribar este sagrado derecho de la naturaleza. A esto se agrega la descarada afirmación de autorizar un vil desprecio de los padres en honor al santo matrimonio. Además, la esposa egipcia fue una especie de preludio a la futura discordia entre los israelitas y los ismaelitas.

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