27. Y Abraham tomó ovejas. Por lo tanto, parece que el pacto realizado no era el usual entre iguales: pues Abraham considera su propia posición y, como señal de sumisión, ofrece un regalo de su rebaño al rey Gerar; porque lo que los latinos llaman pagar impuestos o tributos, y lo que nosotros llamamos rendir homenaje, los hebreos lo llaman ofrecer regalos (443). Y verdaderamente, Abraham no espera a que algo le sea exigido con fuerza y autoridad por el rey; sino que, mediante una entrega voluntaria de honor, se adelanta al que sabe que tiene dominio sobre el lugar. Es bien sabido cuánto deseo de ejercer autoridad prevalece entre los hombres. Por lo tanto, se debe alabar aún más la modestia de Abraham, que no solo se abstiene de lo que pertenece a otro hombre, sino que incluso ofrece, sin que se le mande, lo que, en su mente, considera debido a otro, en virtud de su cargo. Sin embargo, surge una pregunta adicional; ya que Abraham sabía que el dominio sobre la tierra le había sido confiado divinamente, ¿era lícito para él profesar una sumisión mediante la cual reconocía a otro como señor? Pero la solución es sencilla, porque aún no había llegado el momento de tomar posesión; pues él era señor solo en expectativa, mientras que, de hecho, era un peregrino. Por lo tanto, actuó correctamente al adquirir una morada, hasta que llegara el momento en que se cumpliera lo que se le había prometido a su descendencia. Así, poco después, como veremos, pagó un precio por la sepultura de su esposa. En resumen, hasta que fuera colocado, por la mano de Dios, en legítima autoridad sobre la tierra, no dudó en tratar con los habitantes del lugar, para poder habitar entre ellos con su permiso o pagando un precio.

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