3. Y Abraham llamó su nombre. Moisés no quiere decir que Abraham fuera el inventor del nombre, sino que se adhirió al nombre que antes le había sido dado por el ángel. Este acto de obediencia, sin embargo, merece ser elogiado, ya que no solo ratificó la palabra de Dios, sino que también cumplió su función como ministro de Dios. Como un heraldo, proclamó a todos lo que el ángel le había confiado.

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