11. Y el ángel del Señor lo llamó. La tentación interior ya había sido vencida, cuando Abraham levantó intrépidamente la mano para matar a su hijo; y fue por la gracia especial de Dios que obtuvo una victoria tan señalada. Pero ahora Moisés añade que de repente, más allá de toda esperanza, su tristeza se transformó en alegría. Los poetas, en sus fábulas, cuando los asuntos son desesperados, introducen algún dios que, inesperadamente, aparece en la coyuntura crítica. Es posible que Satanás se haya esforzado, por medio de este tipo de fábulas, en oscurecer las maravillosas y estupendas interposiciones de Dios, cuando ha aparecido inesperadamente con el propósito de socorrer a sus siervos. Esta historia debería ciertamente ser conocida y celebrada por todos los pueblos; sin embargo, por la sutileza de Satanás, no sólo la verdad de Dios ha sido adulterada y convertida en mentira, sino también distorsionada en material de fábula, con el fin de hacerla más ridícula. Pero es nuestro asunto, con mentes serias, considerar cuán maravillosamente Dios, en el mismo artículo de la muerte, recordó a Isaac de la muerte a la vida, y restauró a Abraham su hijo, como uno que había resucitado de la tumba. Moisés también describe la voz del ángel, como habiendo sonado desde el cielo, para dar seguridad a Abraham de que había venido de parte de Dios, a fin de que pudiera retirar su mano, bajo la dirección de la misma fe por la cual la había extendido. Porque, en una causa de tal magnitud, no le era lícito ni emprender ni renunciar a nada, sino bajo la autoridad de Dios. Por lo tanto, aprendamos de su ejemplo, de ninguna manera, a seguir lo que nuestro sentido carnal puede declarar como, probablemente, nuestro curso correcto; sino dejemos que Dios, por su sola voluntad, nos prescriba nuestra manera de actuar y de dejar de actuar. Y en verdad Abraham no acusa a Dios de inconstancia, porque considera que había habido causa justa para el ejercicio de su fe.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad