27. Y Isaac les dijo: ¿Por qué venís a mí?. Isaac no solo expone sobre las lesiones recibidas, sino que protesta que en el futuro no puede confiar en ellas, ya que había encontrado en ellas una disposición tan hostil consigo mismo. Este pasaje nos enseña que es lícito que los fieles se quejen de sus enemigos para, si es posible, retirarlos de su propósito de hacer daño y restringir su fuerza, fraudes y actos de injusticia. Porque la libertad no es inconsistente con la paciencia: ni Dios exige a su propio pueblo, que ellos digieran silenciosamente cada lesión que se les pueda infligir, sino solo que deben restringir sus mentes y manos de la venganza. (41) Ahora, si sus mentes son puras y bien reguladas, sus lenguas no serán virulentas al reprochar las faltas de los demás; pero su único propósito será frenar a los malvados con un sentido de vergüenza de la iniquidad. Porque donde no hay esperanza de sacar provecho de las quejas, es mejor apreciar la paz en silencio; a menos, tal vez, con el propósito de hacer inexcusables a los que se deleitan en la maldad. Debemos, de hecho, siempre tener cuidado, no sea que, por un deseo de venganza, nuestras lenguas estallen en reproches; y, como dice Salomón, el odio despierta conflictos. (Proverbios 10:12.)

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