34. Y Esaú tenía cuarenta años. Por muchas razones, Moisés relata los matrimonios de Esaú. En la medida en que se mezcló con los habitantes de la tierra, de quienes se separó la raza santa de Abraham, y contrajo afinidades por las cuales se enredó; Este fue un tipo de preludio de su rechazo. También sucedió, por el maravilloso consejo de Dios, que estas nueras eran penosas y problemáticas para el santo patriarca (Isaac) y su esposa, a fin de que no fueran gradualmente favorables para ese pueblo reprobado. Si los modales del pueblo hubieran sido agradables y hubieran tenido hijas buenas y obedientes, quizás también, con su consentimiento, Isaac podría haber tomado una esposa de entre ellos. Pero no era lícito que aquellos se unieran en matrimonio, a quienes Dios diseñó para ser enemigos perpetuos. Porque, ¿cómo se aseguraría la herencia de la tierra a la posteridad de Abraham, sino por la destrucción de aquellos entre quienes residió por un tiempo? Por lo tanto, Dios corta todos los incentivos para estos matrimonios desfavorables, para que la desunión que él había establecido pudiera permanecer. Parece, por tanto, con qué afecto perpetuo Isaac amaba a Esaú; porque aunque el hombre santo consideró justamente a las esposas de su hijo con aversión, y su mente estaba exasperada contra ellas, nunca dejó de actuar con la mayor amabilidad hacia su hijo, como veremos más adelante. Hemos hablado en otras partes sobre la poligamia. Esta corrupción había prevalecido hasta ahora en todas las direcciones entre muchas personas, que la costumbre, aunque cruel, había adquirido la fuerza de la ley. Por lo tanto, no es sorprendente que un hombre adicto a la carne satisfaga su apetito tomando dos esposas.

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