1. Y Jacob habitó. Moisés confirma lo que había declarado anteriormente, que, con la partida de Esaú, la tierra quedó como único poseedor en manos del santo Jacob. Aunque en apariencia no obtuvo ni un solo trozo de tierra; sin embargo, contento con la simple vista de la tierra, ejercitó su fe; y Moisés lo compara expresamente con su padre, que fue forastero en esa tierra toda su vida. Por lo tanto, aunque con la partida de su hermano a otro lugar, Jacob ganó no poco; sin embargo, fue la voluntad del Señor que esta ventaja permaneciera oculta a sus ojos, para que dependiera completamente de la promesa.

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