17. Y los puso completamente en la sala. Aquí, no sólo con palabras, como antes, sino por el acto en sí, José se muestra severo con sus hermanos, cuando los encierra a todos en la cárcel, como si fuera a castigarlos: y durante tres días los atormenta con miedo. Hace un momento dijimos que de este acto no se debe extraer ninguna regla para actuar con severidad y rigidez; porque es dudoso si actuó correctamente o no. Nuevamente, es de temer que los que abogan por su ejemplo se alejen mucho de su mansedumbre, y que demuestren ser más bien sus simios que sus verdaderos imitadores. Mientras tanto, parece claro a qué apuntaba; porque no mitiga su castigo, como si al cabo de tres días fuera aplacado; pero los pone más ansiosos por la redención de su hermano, a quien retiene como rehén. Sin embargo, no sea que el miedo inmoderado los disuada de regresar, él promete actuar con buena fe hacia ellos: y para convencerlos de eso, declara que teme a Dios, cuya expresión es digna de observación. Sin duda habla desde el sentimiento interno de su corazón, cuando declara que tratará bien y verdaderamente con ellos, porque teme a Dios. Por lo tanto, el comienzo y la fuente de esa conciencia buena y honesta, mediante la cual cultivamos la fidelidad y la justicia hacia los hombres, es el temor de Dios. Aparentemente, hay cierta probidad en los despreciadores de Dios; pero pronto se apaga, a menos que los afectos depravados de la carne sean restringidos como con una brida, por el pensamiento de que Dios debe ser temido, porque él será el Juez del mundo. Quien no piense que debe rendir cuentas, nunca cultivará la integridad como para abstenerse de perseguir lo que supone que le será útil. Por lo tanto, si deseamos liberarnos de la perfidia, el oficio, la crueldad y todo deseo perverso de hacer daño, debemos trabajar fervientemente para que la religión florezca entre nosotros. Porque cada vez que actuamos con falta de sinceridad o humanidad entre nosotros, la impiedad se traiciona abiertamente. Por lo que sea que haya rectitud o justicia en el mundo, José comprendió en esta breve oración, cuando dijo, que temía a Dios.

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