3. Jacob, Jacob. El propósito de la repetición era hacerlo más atento. De esta manera, al dirigirse a él de manera familiar, Dios se insinúa de manera más suave en su mente, como en las Escrituras, nos atrae amablemente para prepararnos para ser sus discípulos. La docilidad del hombre santo se muestra aquí, ya que tan pronto como está persuadido de que Dios habla, responde que está listo para recibir con reverencia lo que se le diga, seguir a donde sea llamado y emprender lo que se le mande. Después, se agrega una promesa, mediante la cual Dios confirma y aviva la fe de su siervo. Aunque la partida a Egipto le parecía un acontecimiento triste, se le ordena que tenga buen ánimo; ya que el Señor siempre sería su protector y, después de haberlo multiplicado allí en una gran nación, lo traería de regreso al lugar de donde ahora lo obligaba a partir. Y, de hecho, la principal consolación de Jacob se centraba en este punto: que no vagaría perpetuamente como un desterrado, sino que, finalmente, disfrutaría de la herencia esperada. Pues, dado que la posesión de la tierra de Canaán era el signo del favor divino, de bendiciones espirituales y de felicidad eterna; si el santo Jacob hubiera sido privado de esto, le habría servido de poco o nada tener riquezas, toda clase de bienes y poder acumulados en Egipto. Sin embargo, el retorno prometido no debe entenderse de su propia persona, sino que se refiere a su descendencia.   Así como Jacob, apoyándose en la promesa, es comisionado a descender audazmente a Egipto, así también es deber de todos los piadosos, siguiendo su ejemplo, obtener tal fuerza de la gracia de Dios que se preparen para obedecer sus mandamientos. El título con el cual Dios se distingue aquí está unido a los antiguos oráculos que Jacob había recibido por tradición de sus padres. ¿Por qué no se llama más bien el Creador del cielo y la tierra, en lugar del Dios de Isaac o de Abraham, excepto por esta razón, que el dominio sobre la tierra de Canaán depende del pacto previo, que ahora ratifica de nuevo? Al mismo tiempo, también anima a su siervo con ejemplos tomados de su propia familia, para que no cese de avanzar con constancia en su llamado. Pues, cuando vio que su padre Isaac, y escuchó que su abuelo Abraham, aunque rodeados durante mucho tiempo de grandes problemas, nunca sucumbieron a ninguna tentación, no le correspondía a él ser vencido por el cansancio en la misma carrera; especialmente porque, al morir, entregaron su lámpara a su posteridad y se cuidaron diligentemente de dejar que la luz de su fe perdurara en su familia. En resumen, a Jacob se le enseña que no debe buscar, en caminos torcidos y diversos, a aquel Dios a quien había aprendido, desde su infancia, a considerar como el Gobernante de la familia de Abraham; siempre y cuando no degenerara de su piedad. Además, en otros lugares hemos declarado hasta dónde debe prevalecer la autoridad de los Padres en este sentido. Porque no fue el diseño de Dios ni que Jacob se sometiera a los hombres, ni que aprobara sin discriminación todo lo que se transmitía de sus ancestros, ya que a menudo condena en los judíos una imitación insensata de sus padres; pero su diseño era mantener a Jacob en el verdadero conocimiento de sí mismo.

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