16. Entregue su ganado. Fue un espectáculo miserable, y uno que podría haber ablandado los corazones de hierro, ver a los granjeros ricos, que anteriormente habían guardado provisiones almacenadas en sus graneros para otros, ahora mendigando comida. Por lo tanto, José podría ser considerado cruel, porque no da pan gratuitamente a los pobres y exhaustos, sino que les roba todo su ganado, ovejas y asnos. Sin embargo, al ver que José está tramitando el negocio de otro, no me atrevo a acusar su severidad con crueldad. Si, durante los siete años fructíferos, hubiera extorsionado el maíz por la fuerza de un pueblo poco dispuesto, ahora habría actuado tiránicamente al apoderarse de sus rebaños y manadas. Pero al ver que habían tenido la libertad de guardar, en sus tiendas privadas, lo que habían vendido al rey, ahora pagan la multa justa por su negligencia. José también percibió que fueron privados de sus posesiones por una interposición divina, para que el rey solo pudiera enriquecerse con el botín de todos. Además, dado que era legal para él ofrecer maíz para la venta, también era legal para él cambiarlo por ganado. Verdaderamente, el maíz pertenecía al rey; ¿por qué entonces no debería exigir un precio a los compradores? Pero eran pobres y, por lo tanto, no era más que ayudarlos en su deseo. Si prevaleciera esta regla, la mayor parte de las ventas sería ilegal. Porque nadie se separa libremente de lo que posee. Por lo tanto, si su valoración del ganado fue justa, no veo lo que merecía reprensión en la conducta de José; especialmente porque no estaba tratando con su propia propiedad, sino que había sido nombrado prefecto sobre el maíz, con esta condición, de que debía obtener ganancias, no para sí mismo, sino para el rey. Si alguien objetara que al menos debería haber exhortado a la mentira a contentarse con la abundante riqueza pecuniaria que había obtenido; Respondo, que Moisés relata, por cierto, pero algunas cosas de muchas. Cualquiera, por lo tanto, puede conjeturar fácilmente que un negocio de tan gran consecuencia no fue tramitado por José, sin el conocimiento y el juicio del rey. Pero, ¿qué les pareció a los consejeros del rey un acuerdo equitativo que los granjeros deberían recibir, a cambio de su ganado, comida para todo el año? Por último, al ver que estamos de pie o caemos solo por el juicio de Dios, no nos corresponde condenar lo que su ley ha dejado sin decidir.

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