1. Después de estas cosas. Moisés ahora pasa al último acto de la vida de Jacob, que, como veremos, fue especialmente digno de recordar. Porque, como sabía que Dios lo había investido sin un carácter común, al hacerse padre de los padres de la Iglesia, cumplió, en la perspectiva inmediata de la muerte, el oficio profético, respetando el estado futuro de la Iglesia, que le había sido ordenado. Las personas privadas organizan sus asuntos domésticos por sus últimas voluntades; pero muy diferente fue el método seguido por este hombre santo, con quien Dios había establecido su pacto, con esta condición anexa, de que la sucesión de la gracia debería fluir hacia su posteridad. Pero antes de entrar plenamente en la consideración de este tema, se deben observar estas dos cosas, a lo que Moisés alude brevemente: primero, que José, al ser informado de la enfermedad de su padre, fue inmediatamente a verlo; y, en segundo lugar, que Jacob, al enterarse de su llegada, intentó levantar su cuerpo débil y tembloroso, en aras de hacerle honor. Ciertamente, la razón por la cual José deseaba tanto ver a su padre y se apresuraba a cumplir con todos los demás deberes de piedad filial era que consideraba un mayor privilegio ser hijo de Jacob que presidir más de cien reinos Porque, al traer a sus hijos con él, actuó como si fuera a emanciparlos del país en el que habían nacido, y restaurarlos a su propio stock. Porque no podían ser contados entre la progenie de Abraham, sin ser detestados por los egipcios. Sin embargo, José prefiere ese reproche por ellos, a todo tipo de riqueza y gloria, si es que se vuelven uno con el cuerpo sagrado de la Iglesia. Sin embargo, su padre, levantándose antes que él, le rinde honor, por la amabilidad recibida de su mano. Mientras tanto, al hacerlo, cumple su parte en la predicción, que antes había enardecido a sus hijos con ira; no sea que su constituyente Efraín y Manasés los jefes de dos tribus, parezca grave y ofensivo para sus hijos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad