29. Esto también procede de Jehová de los ejércitos. Algunos explican este pasaje, como si el Profeta hubiera dicho que la ciencia de la agricultura procedía del Señor; pero considero que es la aplicación de lo que precede. Habiendo señalado la sabiduría de Dios, incluso en los asuntos más pequeños, nos invita, de la misma manera, a levantar los ojos hacia temas más elevados, para que podamos aprender a contemplar con mayor reverencia sus juicios maravillosos y ocultos. Puede hacerse una observación pasajera sobre el versículo 26, y de hecho debe hacerse, que no solo la agricultura, sino también todas las artes que contribuyen a la ventaja de la humanidad, son los dones de Dios, y que todo lo que pertenece a una invención hábil ha sido impartido por él a las mentes de los hombres. Los hombres no tienen derecho a estar orgullosos de esta razón, ni a arrogarse a sí mismos el elogio de la invención, como vemos que hicieron los antiguos, quienes, por su ingratitud hacia Dios, clasificaron en el número de dioses a quienes consideraban ser los autores de cualquier ingeniosa invención. De ahí surgió la deificación y esa prodigiosa multitud de dioses que los paganos enmarcaban en su propia fantasía. De allí surgieron los grandes Ceres, Triptólemo, Mercurio y otros innumerables, celebrados por lenguas humanas y por escritos humanos. El Profeta muestra que tales artes deben atribuirse a Dios, de quien han sido recibidas, quien solo es el inventor y maestro de ellas. Si deberíamos formarnos una opinión sobre la agricultura y las artes mecánicas, ¿qué pensaremos de las ciencias aprendidas y exaltadas, como la Medicina, la Jurisprudencia, la Astronomía, la Geometría, la Lógica y otras similares? ¿No consideraremos mucho más que proceden de Dios? ¿No contemplaremos en ellos también y reconoceremos su bondad, para que su alabanza y gloria puedan celebrarse tanto en los asuntos más pequeños como en los más importantes?

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