6. Lo desperdiciaré. Dios no se esforzará por cavar y podarlo, y en consecuencia se volverá estéril por falta de vestirse; britarán espinos y espinas para ahogar sus ramas; y, lo que es más, al retener la lluvia, Dios secará sus raíces. Por lo tanto, es evidente cuán múltiples son las armas con las que Dios es provisto para castigar nuestra ingratitud, cuando ve que despreciamos su bondad. Isaías sigue, sin duda, procediendo con su metáfora y, para obtener más atención, adorna su estilo con figuras retóricas. Pero deberíamos simplemente concluir que, como Dios continuamente nos otorga innumerables beneficios, también debemos estar seriamente en guardia para que, al retirar primero uno y luego otro, nos castigue por despreciarlos.

En lo que respecta al gobierno de la Iglesia, cuanto más numerosos sean los tipos de asistencia que necesita, más numerosos serán los castigos a los que será responsable, si corrompe malvadamente lo que Dios designó para su salvación. Tampoco debemos preguntarnos si en la actualidad tantas angustias amenazan la ruina y la desolación; porque cualquier calamidad que nos acontezca, ya sea que haya una deficiencia de instrucción, o que abunden los malvados, o que los zorros y los lobos entren sigilosamente a la Iglesia, todo esto debe atribuirse a nuestra ingratitud, porque no hemos dado fruto como deberíamos, y hemos sido indolentes y lentos. Siempre que, por lo tanto, estemos privados de esos grandes favores que Él nos otorgó libremente, reconozcamos la ira del Señor.

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