Ahora se deduce que Ebed-melech salió del palacio y acudió al tribunal del rey, para que allí pudiera defender la causa del Profeta. Es correcto notar esta circunstancia tan bien como la primera. Porque si Ebedmelec se hubiera encontrado con el rey accidentalmente, podría haberle hablado de pasada; pero cuando salió del palacio, está claro que había estado meditando sobre lo que iba a hacer, y que no había sentido solo un repentino impulso de compasión, sino que cuando pudo haber descansado tranquilamente en el palacio, vino por su propia voluntad al rey para dar a conocer su queja. Y además, no se dirigió al rey en una habitación o en algún rincón privado del palacio, sino que le habló en la puerta, es decir, en una asamblea pública. Por lo tanto, vemos que la circunstancia anterior nos recomienda la perseverancia de este hombre, porque no solo se conmovió repentinamente, sino que perseveró en su santo propósito; y la segunda circunstancia nos recomienda su magnanimidad, porque no rehuyó la mala voluntad, sino que habló abierta y audazmente por Jeremías ante el pueblo; y amplificó la excelencia del Profeta al presentar una acusación contra los príncipes. Sin duda sabía que se estaba poniendo en peligro, pero expuso su propia vida para ayudar al Profeta.

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