Aquí también el Profeta muestra que todo lo que había predicho se cumplió, por lo que nada quería que la fe fuera segura y fija. Había dicho, como hemos visto, que si Sedequías se rindía por su propia voluntad, las casas de la ciudad no se quemarían. Sedequías pensó que todo esto era en vano, o al menos cerró los oídos. Ahora oyó, aunque era ciego, que Dios no había declarado nada en vano por boca de Jeremías; porque su palacio fue quemado, y también todas las demás casas.

Puso בית, bith, en la segunda cláusula, el singular para el plural; y entonces hay aquí un enallage, porque no solo se quemó una casa de la gente, sino que el fuego consumió todas las casas. Finalmente llegamos a las paredes, que fueron derribadas; y así la ciudad fue destruida como Jeremías había predicho. Sigue, -

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