Pero antes de decir esto, administra reprensión al pueblo y dice: Jehová tu Dios ha hablado mal en esta ciudad; y lo trajo y lo hizo venir. Aquí Nabuzar-adan emprendió el oficio profético, y habló en altos términos de la justa venganza de Dios sobre la gente. No hay duda de que Dios había levantado tal maestro para los judíos; porque durante cuarenta años y más obstinadamente rechazaron la verdad celestial. Dios no había cesado amablemente de invitarlos al arrepentimiento y de prometerles perdón y salvación, siempre que se arrepintieran. Como entonces Dios no había cesado por tanto tiempo, y continuamente se dirigía a ellos de acuerdo con su bondad paterna, y al mismo tiempo había hablado con los sordos, merecían escuchar a un predicador como Nabuzaradán, quien ahora los reprendió continuamente. que habían traído este mal sobre sí mismos, porque habían sido desobedientes y rebeldes contra Dios, ya que no habían obedecido su palabra.

Aquí tenemos un notable ejemplo ante nosotros, para que podamos aprender, que cuando Dios se dirige a nosotros por sus siervos, debemos rendirle obediencia de inmediato; aprendamos a temer cuando nos amenace, y aprendamos a entretener la esperanza cuando nos ofrezca su favor. Porque si rechazamos a los Profetas cuando nos los envían, surgirán otros maestros que nos ridiculizarán, y aunque puedan ser impíos, nos reprenderán con nuestra impiedad. Esta es, pues, la doctrina que debemos recoger de este pasaje, en el que vemos que Nabuzaradán, como dotado con el espíritu profético, reprendió severamente al pueblo. De hecho, se dirigió a Jeremías, y parece haberlo incluido con la gente, cuando dijo: Tu Dios ha hablado, porque has pecado y has sido rebelde. Pero Nabuzaradán, sin duda, elogió altamente la fidelidad de Jeremías, porque había sido verdadero y fiel en su vocación y oficio, no lo convirtió en una de las personas, ni quiso decir que había pecado con otros. o había sido rebelde contra Dios. Pero, en primer lugar, se dirigió a Jeremías, tu Dios, dijo; y esto se expresó a modo de honor, incluso que Dios era el Dios de Jeremías; porque aunque la gente se jactaba de ser santa, Nabuzaradán aquí condenaba indirectamente sus alardes tontos, ya que él intuía que solo Jeremías era digno de ser considerado uno de los siervos de Dios, como si hubiera dicho que los judíos no eran dignos de honor de glorificarse en el nombre de Dios, o de profesarlo: Tu Dios entonces ha hablado El resto mañana.

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