Josué 16:1

1 La parte que tocó en el sorteo a los hijos de José partía del Jordán de Jericó, pasaba por las aguas de Jericó al este y subía del desierto de Jericó, por la región montañosa, hasta Betel.

1. Y cayó la suerte de los hijos de José, etc. El escritor sagrado primero dice cuál fue la suerte que cayó en manos de los dos hijos de José, y luego describe El lote de Efraín. Sin embargo, es extraño que cuando la mitad de la tribu de Manasés ya se había asentado más allá del Jordán, se emplean más palabras para describir la mitad restante que para describir la totalidad de la herencia de la tribu de Efraín, aunque esta última era cuanto más poblada, y justamente reclamaba para sí un territorio más grande. Pero el mayor detalle dado sobre la posteridad de Manasés se debe a circunstancias particulares. Primero, el escritor repite cómo se les dio un acuerdo sin mucho en el país de Basan. En segundo lugar, menciona la ratificación por parte de Josué del mandato que Moisés había dado por autoridad divina con respecto a las hijas de Selophead. Al ver, entonces, que no había dudas con respecto a los límites de Efraín, y que no había peligro de disputa, su asignación solo se analiza brevemente.

Pero aquí surge una nueva pregunta. Cuando el derecho de primogenitura pasó de Manasés a Efraín, ¿cómo la posteridad de esa tribu que tenía precedencia obtuvo sus ciudades entre los hijos de Manasés? Pues la suya parece haber sido de esta manera la condición inferior. Mi explicación es esta: cuando la porción de Manasés era demasiado extensa en proporción a la cantidad de población, se hizo un cálculo y se dedujeron ciertas ciudades para completar la parte justa de la tribu de Efraín; no es que estuvieran mezclados con los hijos de Manasés, para mantener sus viviendas entre ellos por una tenencia precaria, (153) pero sus límites se extendieron simplemente en el dirección de los manassitas a quienes una posesión más estrecha podría ser suficiente.

Al final del capítulo, Efraín es severamente censurado por su afección al no haber expulsado a los cananeos de Gezer. Porque si hubieran procedido de una manera varonil y cordial para hacer valer su derecho a la tierra que les había caído por suerte, la victoria estaba en sus manos. No habría habido temeridad en el intento, ya que la decisión del lote era tan válida como si el Señor mismo hubiera extendido su mano desde el cielo. Pero su vergonzosa pereza se expresa más claramente y su culpabilidad se ve enormemente aumentada por el hecho de que hicieron tributarios de aquellos con quienes no era legal celebrar ningún tipo de acuerdo. Al ver, entonces, que Dios claramente había prohibido a su pueblo hacer negocios de cualquier tipo con esas naciones, y menos que nada entablar acciones con ellos, estipulando su perdón y seguridad, los Efraimitas pecaron mucho más gravemente al exigir tributo que si ellos los había tolerado sin paciencia. (154)

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