29. Y Moisés le dijo: ¿Envidia por mí? Esto puede entenderse de dos maneras diferentes. Algunos lo toman, como si Moisés hubiera dicho: No es asunto tuyo, si he sufrido alguna pérdida: y si me quitan algo, sería mío y no tuyo el que llorar y guardar rencor; pero creo que Moisés habló más simplemente, como si hubiera dicho: He aquí, cuán diferente me siento de ti; porque yo, cuya causa creen que están promoviendo, desearía que todos estuvieran dotados del espíritu de profecía. Así fue que esos celos tontos fueron reprendidos admirablemente, lo que restringiría la bendición de Dios, tan deseable para toda mente piadosa. Al mismo tiempo, percibimos plenamente la gentileza y la humildad de Moisés, a quien ninguna ambición, ni consideración de su dignidad personal, impide admitir voluntariamente a los más humildes en compañía de sí mismo. Si alguien objetara que es el placer de Dios, para mejorar la excelencia del don, que debe haber pocos profetas en la Iglesia, y en consecuencia que Moisés buscó eso sin consideración, lo cual es una repugnancia al consejo de Dios en este asunto. , la respuesta es fácil: aunque los santos consienten en sus dispensaciones ordinarias y están convencidos de que la disposición que hace es la mejor, pero que es un acto de piedad en ellos desear comunicarse con todos a otros lo que se les da a sí mismos, para estar ansiosos antes de ser los últimos de todos, que para envidiar la perfección a sus hermanos. En resumen, Moisés declara que nada sería más gratificante para él, que Dios debería difundir la gracia del espíritu de profecía entre todo el pueblo, de modo que todos deberían ser partícipes de él, desde el más pequeño hasta el más grande.

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