2. Y ellos dijeron: ¿De verdad ha hablado el Señor solo por Moisés? Se enorgullecen de su don de profecía, que debería haberlos educado a la humildad. Pero tal es la depravación natural de los hombres, no solo abusar de los dones de Dios para menospreciar a sus hermanos, sino también para magnificarlos con su jactancia impía y sacrílega, como para oscurecer la gloria de su Autor. Miriam y Aaron habían recibido el espíritu de profecía, para que la gracia de Dios brillara en ellos; pero desde allí levantan nubes para arrojar oscuridad sobre la luz, que era mucho más brillante en Moisés. Se jactan de ser profetas; ¿por qué, entonces, no consideran que no había motivos para glorificarse en esto, en la medida en que aquello que Dios les había otorgado gratuitamente no era suyo? Nuevamente, ¿por qué no estiman correctamente su propia insignificancia en comparación con la excelencia de Moisés, de modo que, al ceder voluntariamente a él, demuestren que ponen en su valor apropiado lo que Dios les ha conferido respectivamente? Entonces, para que el conocimiento de esas gracias que Dios nos ha confiado nos llene de orgullo y presunción, recordemos que cuanto más recibimos cada uno de nosotros, mayores obligaciones tenemos con Dios y nuestros hermanos; y también reflejemos cuánto nos falta, y cuánto, también, Dios ha conferido a otros, para preferir a nosotros mismos a aquellos a quienes Dios ha diseñado para honrar.

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