19. Perdón, te ruego, la iniquidad de este pueblo. Para alentar su esperanza de perdón, primero se presenta ante sí mismo la grandeza de la misericordia de Dios, y luego las instancias pasadas por las cuales se demostró que Dios estaba inclinado al perdón. Y, de hecho, la misericordia de Dios nos invita continuamente a buscar la reconciliación cada vez que hemos pecado; y, aunque las iniquidades amontonadas sobre las iniquidades, y la mismísima enormidad de nuestros pecados, podrían justamente hacernos temer, aun así la abundancia de Su gracia, de la cual se hace mención aquí, debe darse a nosotros, para poder tragarnos todo temor. Su ira David, también, yendo a este refugio, nos ofrece un ejemplo de cómo se debe superar toda alarma. (Salmo 51:1) Pero, dado que el reconocimiento simple y abstracto de la bondad de Dios a menudo es insuficiente para nosotros, Moisés aplica otra estadía en forma de experiencia: Perdón, (él dice), como tantas veces has hecho antes de. Porque, dado que la bondad de Dios es incansable e inagotable, cuanto más la hayamos experimentado, más se nos debería alentar a implorarla; no es que podamos hundirnos en la indulgencia licenciosa del pecado, sino para que la desesperación nos abrume cuando estamos mintiendo bajo la condena de Dios, y nuestra propia conciencia nos hiere y atormenta. En una palabra, consideremos esto como el modo más efectivo de importunidad, cuando suplicamos a Dios por los beneficios que ya hemos experimentado, que Él nunca dejará de ser amable.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad