24. Habla a la congregación, diciendo. Es evidente, a partir de esta respuesta, que se escuchó que Moisés consideraba la preservación general del pueblo, con la condición, sin embargo, de que debían dar prueba de su arrepentimiento, abandonando a los autores de la rebelión malvada; porque, cuando Dios les ordena retirarse de entre ellos, indirectamente implica que, si permanecen mezclados con ellos, compartirán la misma destrucción. Sin embargo, es probable que los ancianos que "siguieron" a Moisés, se mantuvieron a su lado y siguieron firmes en el desempeño de su deber. Y, de hecho, no es del todo consistente que Caleb y Joshua, y demás, hayan sido arrastrados a un pecado tan grande. Por lo tanto, no debemos tomar lo que se dice de toda la congregación sin excepción. Cuando Moisés, en su entrega del mandato de Dios, no se dirige a Coré, Datán y Abiram por sus nombres, sino que los llama "estos hombres malvados", no es el mal de ira, sino un modo urgente de exhortación; porque, de no haber marcado así con vehemencia su odio hacia ellos, había peligro de que sus palabras no hubieran sido recibidas fríamente por muchos, y que no hubieran sido de poca utilidad. En el mismo sentido también es lo que él agrega de inmediato: "para que no seas consumido en todos sus pecados"; como si dijera tie, para que el contagio de tantos y tan grandes crímenes no se infecte. Dado que obedecieron a Moisés, es evidente que muchos de la multitud se habían dejado llevar por la locura y la ligereza, porque la iniquidad deliberada no se habría corregido tan rápido o tan fácilmente. Pero, por otro lado, se describe la maravillosa estolidez de Dathan y Abiram, en el sentido de que salieron sin permiso, con sus esposas e hijos. Sin embargo, no se debe dudar de que estaban aterrorizados, después de que se vieron despojados de toda ayuda y favor; pero aunque la retirada de la gente los perturbó, no obstante se mantuvieron como maníacos; ni el miedo los sometió ni les impidió proceder en su fatal audacia a su destino. Por lo tanto, (98) a menudo los malvados se quedan asombrados, sin embargo, en su temor, de ninguna manera piensan en apaciguar a Dios.

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