46. Y Moisés dijo a Aarón. La expiación de un pecado tan grande no dependía de la ofrenda de incienso, ni debemos imaginar que Dios se apacigua con el sabor del incienso; pero, por lo tanto, era un símbolo establecido ante este pueblo grosero, por el cual podrían despertarse igualmente al arrepentimiento y la fe; por muy insensibles que pudieran ser en su rebelión, sin embargo, la dignidad del sacerdocio era tan notoria en el incensario que debieron despertarla para reverenciarla. Porque ¿quién no vería su impiedad con horror, cuando se le hace consciente de haber despreciado y violado esa santidad en la que el poder Divino se exhibe para la vida o la muerte? La visión del incensario podría haber servido para dominar su dureza de corazón, de modo que por fin pudieran comenzar a condenar y detestar su acto injusto. La segunda advertencia que les dio no fue menos rentable, es decir, que podrían percibir que Dios solo fue propiciado hacia ellos en virtud de un mediador; pero, en la medida en que el estado real de las cosas lo permitió, el tipo visible los dirigió al Salvador ausente. Sin embargo, dado que los hombres corrompen y oscurecen la verdad con sus afectuosos inventos, Su majestad es afirmada por la institución Divina del sacrificio. Mientras Aaron, el sacerdote típico, se destaca, hasta que se revele el verdadero, único y perpetuo Mediador.

El verbo כפר, caphar, significa correctamente, como he dicho en otra parte, reconciliar a Dios con los hombres por medio de una expiación (piaculum;) pero, como aquí se refiere a las personas, el sentido de Moisés se expresa correctamente con una sola palabra, como se puede decir, para purgar o eliminar la contaminación.

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