49. Ahora los que murieron en la plaga. Ya trescientos, o más o menos, habían sido destruidos a causa de la conspiración hecha con Coré; ahora se agregó un número mucho mayor. Y esto, por cierto, es lo que los malvados cosechan de su obstinación, que Dios, cada vez más provocado, redobla sus castigos; aun cuando Él amenaza que, a menos que aquellos a quienes castiga se arrepientan, tratará "siete veces más" severamente con ellos. (Levítico 26:18.) Por lo tanto, aprendamos, cuando sus reprensiones nos adviertan, a humillarnos de vez en cuando bajo su poderosa mano, ya que nada es peor que patear contra los pinchazos; y tengamos siempre presente lo que dice el salmo:

“No seáis como el caballo o el mudo, cuya boca se debe sostener con mordisco y brida; (porque) muchos dolores serán para los impíos ". (Salmo 32:9.)

Exclamaron rebeldemente que el pueblo del Señor fue asesinado cuando trescientos perecieron; ahora experimentan cuánto mejor hubiera sido ser tonto ante Dios, y glorificar su santa severidad, que, en lugar de trescientos, dedicarse a la destrucción casi cincuenta veces más. Recordemos, entonces, la advertencia de Pablo:

“Tengamos cuidado para que no murmuremos, para que el destructor no nos destruya”, (102) (1 Corintios 10:10;)

porque nada es menos tolerable en nosotros que el hecho de que debemos presumir malhumoradamente hablar mal de Dios, cuando la Escritura nos exhorta a guardar silencio en su presencia.

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