5. Y Moisés presentó su causa ante el Señor. Es probable que haya una diferencia de opinión o que las mentes de los jueces estén en duda, ya que respetan un punto oscuro e incierto. En cualquier caso, era conveniente que la ley fuera establecida por Dios, para que no surgiera ninguna controversia futura; porque, si el juicio humano hubiera pronunciado una sentencia sobre el asunto que se les presentaba, la obstinación de muchos quizás no se habría calmado lo suficiente. Vale la pena comentar la piadosa modestia de Moisés, que no se avergonzó de confesar su ignorancia, hasta que la boca de Dios le había instruido. Aunque había promulgado la ley cuarenta años antes, aún estaba siempre listo para aprender. Además, no hay duda de que Dios lo impulsó a indagarse a sí mismo, cada vez que cualquier asunto serio estuviera en cuestión, hasta que su doctrina fuera absolutamente perfecta. Y, aunque Dios ahora no libera del cielo lo que se debe hacer, sin embargo, se recuerda a los gobernantes que deben recurrir a Dios en puntos de perplejidad, para que Él pueda instruirlos por el Espíritu de sabiduría; y seguramente no estarán sin esto, si le preguntan; ya que él no está menos dispuesto a escucharlos, que aquí se mostró a Moisés.

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