8. Jehová es misericordioso y amable David parece aludir a la exclamación de Moisés, registrada en Éxodo 34:6, donde la naturaleza de Dios, revelado de manera notable, se describe más claramente que en otros lugares. Cuando Moisés fue admitido para tener una visión más cercana de la gloria Divina de lo que generalmente se obtenía, exclamó al contemplarla: “¡Oh Dios! misericordioso y amable, que perdona la iniquidad, lento para la ira, y abundante en bondad ". Como, por lo tanto, ha comprendido sumariamente en ese pasaje todo lo que es importante que sepamos sobre el carácter Divino, David aplica felizmente estos términos, por los cuales Dios se describe allí, a su propósito presente. Su diseño es atribuir enteramente a la bondad de Dios el hecho de que los israelitas, quienes por su propia maldad perdieron de vez en cuando su relación con él, como su pueblo adoptivo, continuaron en esa relación. Además, debemos entender en general, que el verdadero conocimiento de Dios corresponde a lo que la fe descubre en la Palabra escrita; porque no es su voluntad que busquemos su esencia secreta, excepto en la medida en que se dé a conocer, un punto digno de nuestra atención especial. Vemos que cada vez que se menciona a Dios, las mentes de los hombres se dejan llevar perversamente a las especulaciones frías, y fijan su atención en cosas que no les pueden beneficiar en nada; mientras, mientras tanto, descuidan esas manifestaciones de sus perfecciones que se encuentran con nuestros ojos y que ofrecen un vívido reflejo de su carácter. Para cualquiera de los sujetos que los hombres apliquen sus mentes, no hay ninguno del que obtendrán mayor ventaja que de la meditación continua sobre su sabiduría, bondad, rectitud y misericordia; y especialmente el conocimiento de su bondad es adecuado tanto para edificar nuestra fe como para ilustrar sus alabanzas. En consecuencia, Pablo, en Efesios 3:18, declara que nuestra altura, longitud, anchura y profundidad, consiste en conocer las riquezas indescriptibles de la gracia, que nos han sido manifestadas en Cristo. Esta también es la razón por la cual David, copiando de Moisés, magnifica en una variedad de términos la misericordia de Dios. En primer lugar, como no tenemos peor culpa que esa arrogancia diabólica que le roba a Dios su debida alabanza y que, sin embargo, está tan profundamente arraigada en nosotros, que no puede erradicarse fácilmente; Dios se levanta, y para que él pueda anular la presunción de la carne que se atreve al cielo, afirma en términos elevados su propia misericordia, por la cual solo nosotros estamos de pie. Nuevamente, cuando debemos confiar en la gracia de Dios, nuestras mentes tiemblan o vacilan, y no hay nada en lo que encontremos mayor dificultad que reconocer que Él es misericordioso con nosotros. David, para enfrentar y superar este estado mental de duda, después del ejemplo de Moisés, emplea estos términos sinónimos: primero, que Dios es misericordioso; segundo, que es amable; tercero, que él soporta paciente y compasivamente los pecados de los hombres; y, por último, que es abundante en misericordia y bondad.

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