26 Envió a Moisés su siervo. Aquí el profeta hace un breve anuncio de las cosas relacionadas con la liberación del pueblo que merecen especial atención. Si los egipcios por su propia voluntad hubieran sufrido la partida del pueblo, ni el servicio de Moisés ni los milagros habrían sido necesarios. Dios entonces ordenó que su liberación se llevara a cabo de tal manera que hiciera imposible la negación de ser su autor. Moisés es llamado el siervo del Señor, para enseñarnos que no fue elegido por sí mismo para su cargo, y que no intentó nada por su propia autoridad, sino que, siendo el ministro de Dios, ejecutó el cargo con el que se le había confiado . Lo mismo se expresa aún más claramente con respecto a Aarón, cuando se dice que fue elegido. Lo que se atribuye a cada uno de estos hombres eminentes en particular, se aplica por igual a ambos, y por lo tanto la oración debe explicarse así: Dios envió Moisés y Aarón, sus sirvientes, no por su propia aptitud intrínseca, o porque le ofrecieron espontáneamente su servicio, sino porque él los eligió. Este pasaje nos enseña que aquellos que se dedican a un servicio activo y útil para la Iglesia, no están preparados exclusivamente por sus propios esfuerzos, o enmarcados por sus propios talentos, sino que Dios los estimula. Moisés era un hombre de virtud heroica: pero, considerado simplemente en sí mismo, no era nada. En consecuencia, el profeta tendría todo lo que se considera digno de recordar en Moisés, así como en Aarón, para ser atribuido solo a Dios. Por lo tanto, parece que cualquier cosa que los hombres hagan por el bienestar de la Iglesia, deben el poder de hacerlo a Dios, quien, por su bondad libre, se ha complacido en honrarlos.

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