6. Seguramente bondad y misericordia. Habiendo contado las bendiciones que Dios le había otorgado, ahora expresa su indudable persuasión de su continuación hasta el final de su vida. Pero de dónde procede esta confianza, por la cual se asegura a sí mismo que la beneficencia y la misericordia de Dios lo acompañarán para siempre, si no surgió de la promesa por la cual Dios está acostumbrado a sazonar las bendiciones que otorga a los verdaderos creyentes, que ellos ¿no puede devorarlos desconsideradamente sin tener ningún gusto o gusto por ellos? Cuando se dijo antes, que incluso en medio de la oscuridad de la muerte mantendría sus ojos fijos al contemplar la providencia de Dios, testificó suficientemente que no dependía de las cosas externas, ni midió la gracia de Dios según el juicio de la carne, pero que aun cuando la asistencia de cada barrio terrenal le fallaba, su fe continuaba encerrada en la palabra de Dios. Aunque, por lo tanto, la experiencia lo llevó a tener una buena esperanza, sin embargo, fue principalmente sobre la promesa por la cual Dios confirma a su pueblo con respecto al futuro de quien dependía. Si se objeta que es una presunción que un hombre se prometa a sí mismo un curso continuo de prosperidad en este mundo incierto y cambiante, respondo que David no habló de esta manera con el fin de imponer a Dios una ley; pero esperaba tal ejercicio de la beneficencia de Dios hacia él como lo permita la condición de este mundo, con lo que estaría contento. Él no dice: mi copa siempre estará llena, o mi cabeza estará siempre perfumada con aceite; pero en general tiene la esperanza de que, como la bondad de Dios nunca falla, será favorable hacia él hasta el final.

Habitaré en la casa de Jehová. Mediante esta oración final, manifiesta manifiestamente que no limita sus pensamientos a placeres o comodidades terrenales; pero que la marca a la que apunta está fijada en el cielo, y alcanzar esto fue su gran objetivo en todas las cosas. Es como si hubiera dicho: no vivo con el solo propósito de vivir, sino para ejercitarme en el temor y el servicio de Dios, y para progresar diariamente en todas las ramas de la verdadera piedad. Él hace una distinción manifiesta entre él y los hombres impíos, que se complacen solo en llenar sus vientres con comida exuberante. Y no solo eso, sino que también insinúa que vivir para Dios es, en su opinión, de tan gran importancia, que valora todas las comodidades de la carne solo en proporción, ya que le sirvieron para permitirle vivir para Dios. Él claramente afirma que el fin que él contemplaba en todos los beneficios que Dios le había conferido era que él pudiera morar en la casa del Señor. De donde se deduce que, cuando se le privó del disfrute de esta bendición, no tuvo en cuenta todas las demás cosas; como si él hubiera dicho, no disfrutaría de las comodidades terrenales, a menos que al mismo tiempo perteneciera al rebaño de Dios, como él también escribe en otro lugar:

"Feliz es esa gente que está en ese caso: sí, feliz es esa gente cuyo Dios es el Señor" (Salmo 144:15.)

¿Por qué deseaba ir en gran medida a frecuentar el templo, pero ofrecer sacrificios allí junto con sus compañeros de adoración, y mejorar con los otros ejercicios de religión en la meditación sobre la vida celestial? Por lo tanto, es cierto que la mente de David, con la ayuda de la prosperidad temporal de la que disfrutaba, fue elevada a la esperanza de la herencia eterna. De esto concluimos, que esos hombres son brutales que se proponen a sí mismos cualquier otra felicidad que la que surge de acercarse a Dios.

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