15. Mis tiempos están en tu mano. Nos asegura que, con más alegría, dedicará la preservación de su persona a Dios, nos asegura que, confiando en su custodia divina, no se molestó en aquellos eventos casuales e imprevistos que los hombres comúnmente temen. La importancia de su lenguaje es, Señor, es tu prerrogativa, y solo tú tienes el poder, disponer tanto de mi vida como de mi muerte. Tampoco usa el número plural, en mi opinión, sin razón; sino más bien para marcar la variedad de bajas por las cuales la vida del hombre suele ser hostigada. Es una exposición fría restringir la frase, mis tiempos, al tiempo que tuvo que vivir, como si David no quisiera decir más que su tiempo o sus días en la tierra estuvieron en las manos de Dios. Por el contrario, soy de la opinión de que, si bien reflexionó sobre las diversas revoluciones y los múltiples peligros que continuamente se ciernen sobre nosotros, y los múltiples eventos no esperados que de vez en cuando suceden, sin embargo, confió confiadamente en la providencia de Dios, que él creía ser, según el dicho común, el árbitro tanto de la fortuna buena como de la mala. En la primera cláusula vemos que no solo denomina a Dios el gobernador del mundo en general, sino que también afirma que su vida está en sus manos; y no solo eso, sino que a cualquier agitación a la que pudiera estar sometido, y a cualquier prueba y vicisitud que pudiera ocurrirle, estaba a salvo bajo su protección. Sobre esto funda su oración, que Dios lo preservaría y lo libraría de la mano de sus enemigos.

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