28 Porque Jehová ama el juicio. Esto, debe observarse, es una confirmación de la doctrina contenida en la oración anterior; y aquí se hace descansar sobre un principio superior, a saber, que Dios se complace en la justicia y la verdad. El argumento de hecho parece estar incompleto; pero como David da por sentado, lo que debería estar profundamente fijado en los corazones de todos los fieles, que el mundo está dirigido por la providencia de Dios, su conclusión es admirable. En primer lugar, entonces, debe admitirse que la condición de la raza humana no está bajo la dirección del azar, sino de la providencia de Dios, y que el mundo es dirigido y gobernado por su consejo: para que él regule de acuerdo para su placer el tema de todas las cosas, y las controla por su poder; y, en segundo lugar, a esto debe agregarse lo que David dice aquí, que la justicia y la verdad son agradables a Dios. Por lo tanto, se deduce que todos los que lleven una vida recta e impecable entre los hombres serán felices, porque, disfrutando del favor de Dios, todo lo que debe tener en cuenta para lograr un resultado feliz y exitoso. Pero tengamos en cuenta que la promesa de la que se habla en este versículo debe entenderse en este sentido, que si bien Dios ha emprendido la preservación de los piadosos, no es apreciarlos continuamente en retiro y tranquilidad, sino después de los ha ejercido durante un tiempo bajo la cruz, por fin para ayudarlos: porque el idioma aquí empleado, Jehová no abandona a los mansos, es tácitamente muy enfático. Aquellos, por lo tanto, que separan el ejercicio de la paciencia del favor que Dios otorga a los piadosos en esta vida, malinterpretan este salmo. Por el contrario, para que nadie pronuncie un juicio apresuradamente, el profeta ruega a los fieles que suspendan su juicio, hasta que Dios manifieste su disgusto después de la muerte de los impíos, al infligir castigo sobre su posteridad: la simiente de los impíos será cortado Esto es de la misma importancia que si hubiera afirmado nuevamente, que aunque los juicios de Dios no se ejecutan inmediatamente sobre los impíos y los impíos, sin embargo, no son por eso lo mejor, ya que el castigo se debe justamente a ellos se extenderán a sus hijos. Si entonces la maldición de Dios no se inflige inmediatamente sobre ellos, no tiene por qué sorprendernos si se demora un tiempo en manifestar el favor que tiene hacia los fieles.

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