12 y 13 Abordan a Sión, etc. Aquí el profeta nuevamente elogia la situación y la belleza de Jerusalén, insinuando que la ciudad estaba fuertemente fortificada e inexpugnable; y él hace esto, porque en estas cosas externas brilló la bendición de Dios en algún aspecto. Siempre debemos tener en cuenta lo que dijo en un verso anterior, que "Dios en sus palacios es conocido por una fortaleza". Al mencionar aquí sus torres y muros, no debemos suponer que él tendría la mente de los fieles para descansar en estas cosas. Prefiere ponerlos ante nosotros como un espejo en el que se puede ver el carácter de Dios. Por lo tanto, dice: abarca a Sión, es decir, míralo con cuidado y atención por todos lados; - numera sus torres y aplica tu mente para considerar sus paredes; es decir, calcule sus palacios como se lo merecen, y así se manifestará más allá de toda duda que esta es una ciudad elegida por Dios, al ver que supera con creces a todas las demás ciudades. Al insistir en estos puntos, toda su deriva es poner de manifiesto el carácter con el que el Señor había invertido Jerusalén para convertirlo en un lugar sagrado, en el que él mismo podría ocupar su morada, y erigirlo como un lugar de residencia para su personas. Parece, además, que el profeta, al afirmar que el objeto de su exhortación era, que la belleza y la magnificencia de la ciudad santa podrían ser informadas a la generación siguiente, nos da a entender tácitamente que llegaría el momento cuando esa ciudad ya no se vería. ¿Qué necesidad habría de hacer este informe si pudiera verse y estar siempre ante los ojos del mundo? Aunque, entonces, dijo un poco antes que Jerusalén está establecida para siempre, sin embargo, ahora nos enseña, a modo de corrección, qué tipo de perpetuidad será, que durará solo hasta el momento de la renovación de la Iglesia . Pertenecemos a la generación venidera, a quien se dice que se informarán estas cosas; porque somos partícipes de todos los beneficios que Dios, en los días antiguos, otorgó a su pueblo antiguo. El esplendor externo por el cual Jerusalén fue admirada no destaca, de hecho, entre nosotros en la actualidad; pero desde la venida de Cristo a nuestro mundo, la Iglesia ha estado adornada con dones espirituales de manera menos rica y magnífica que Jerusalén, bajo las sombras de la Ley, estuvo en los viejos tiempos rodeada y fortificada con fuertes muros y torres. He traducido la palabra פסגו, pasgu, exaltar, refiriéndome al valor que se debe poner en las torres de la ciudad debido a su excelencia. Explicarlo, como lo hacen algunos, fortificar o fortalecer, parece ser menos adecuado. Si alguno se inclina más bien a seguir la interpretación de aquellos que lo miran o lo miran, no tengo gran objeción.

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