12 Y el hombre no deberá permanecer en honor Habiendo expuesto la naturaleza vana y delirante de las fantasías entretenidas por los impíos, él muestra a continuación, por muy cariñosos que puedan apreciarlos, deben experimentar el mismo destino con las bestias del campo. Es cierto que hay una gran diferencia, en lo que respecta al alma, entre el hombre y la creación bruta; pero el salmista habla de las cosas tal como aparecen en este mundo, y a este respecto se le garantizó decir de los impíos que mueren como las bestias. Su tema no lo lleva a hablar del mundo por venir. Está razonando con los niños de este mundo, que no tienen respeto por los demás, y no tienen idea de una felicidad más allá de la que disfrutan aquí. En consecuencia, ridiculiza su locura al concebirse a sí mismos como privilegiados con exención de la suerte ordinaria de la humanidad, y les advierte que la muerte pronto estará cerca para humillar sus pensamientos presuntuosos y ponerlos al nivel de las criaturas más malas. Esto prefiero a la interpretación más ingeniosa que algunos pondrían sobre las palabras, que se redujeron al nivel de las bestias al no reconocer la verdadera dignidad de su naturaleza, que consiste en la posesión de un alma que nunca muere. El gran objetivo del salmista es mostrar la vanidad de la jactancia de los impíos, desde la cercanía de la muerte, que debe unirlos en un destino común con las bestias del campo. La última palabra en el versículo da la razón por la cual los impíos pueden ser comparados con las bestias: perecen. Importa poco si consideramos o no lo relativo אשר, asher, según lo entendido, y leído, que perece

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