12. Del mismo modo, Jehová otorgará prosperidad. Algunos toman este verso alegóricamente e interpretan el aumento de las bendiciones espirituales; pero esto no concuerda con la partícula גם, gam, expresada de la misma manera, por la cual el profeta, en mi opinión, tiene la intención de expresar la integridad de esa bendición de la que había hablado. Por lo tanto, menciona el fruto de la tierra, como una prueba adicional de la inmensa beneficencia de Dios. La principal felicidad de la Iglesia se comprende en estas cuatro bendiciones que él había especificado; pero la disposición que se requiere para el apoyo de nuestros cuerpos no debe considerarse como indigna de atención, siempre que nuestra atención sobre este asunto se mantenga dentro de los límites adecuados. Si se objeta que estos dos temas, el reino espiritual de Cristo y la fecundidad de la tierra, se entremezclan incorrectamente, se puede observar fácilmente en respuesta, que no hay nada incongruente en esto, cuando consideramos que Dios, mientras él otorga a su pueblo bendiciones espirituales, les da, además de estos, un poco de su amor paternal, en los beneficios externos que se relacionan con la vida del cuerpo; siendo evidente por el testimonio de Pablo, que

“La piedad es provechosa para todas las cosas, prometiendo la vida que es ahora y la que está por venir” (1 Timoteo 4:8).

Pero observemos que los fieles generalmente solo les han otorgado una porción limitada de las comodidades de esta vida transitoria: que no puedan ser adormecidos por los atractivos de la tierra. Por lo tanto, he dicho que, mientras están en la tierra, solo prueban el amor paternal de Dios, y no están llenos de una abundancia desbordante de las cosas buenas de este mundo. Además, este versículo nos enseña que el poder y la capacidad de la tierra para producir fruto para el sustento de nuestros cuerpos no se le dio de una vez por todas, como los paganos imaginan que Dios en la primera creación adaptó cada elemento. a su propio cargo, mientras él ahora se sienta en el cielo en un estado de indolencia y reposo; - pero que la tierra se vuelve fructífera de año en año por la influencia secreta de Dios, quien por el presente se propone darnos una manifestación de su bondad.

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