10. La misericordia y la verdad se encontrarán juntas. Aquí los verbos están en tiempo pasado; pero es evidente por el alcance del pasaje, que deberían traducirse al futuro. Acojo cordialmente la opinión que muchos sostienen, que tenemos aquí una profecía sobre el reino de Cristo. No hay duda de que los fieles alzaron sus ojos hacia Él, cuando su fe necesitaba aliento y apoyo en referencia a la restauración de la Iglesia; y especialmente después de su regreso de Babilonia. Mientras tanto, el diseño del profeta es, para mostrar cuán generosamente Dios trata con su Iglesia, después de reconciliarse con ella. Los frutos que él representa como resultado de esta reconciliación son, primero, que la misericordia y la verdad se encuentran juntas; y, en segundo lugar, que la justicia y la paz se abrazan. De estas palabras, Agustín deduce un bello sentimiento, y uno lleno del más dulce consuelo, que la misericordia de Dios es el origen y la fuente de todas sus promesas, de donde emite la justicia que nos lo ofrece el evangelio, mientras que de esa justicia procede la paz que obtenemos por la fe, cuando Dios nos justifica libremente. Según él, la justicia se representa como mirar hacia abajo desde el cielo, porque es el don gratuito de Dios y no se adquiere por el mérito de las obras; y que viene del cielo, porque no se encuentra entre los hombres, que por naturaleza están completamente desprovistos de él. También explica la verdad que brota de la tierra como significado, que Dios proporciona la evidencia más incontestable de su fidelidad, al cumplir lo que ha prometido. Pero como deberíamos buscar la verdad sólida, en lugar de ejercer nuestro ingenio en la búsqueda de interpretaciones refinadas, descansemos contentos con el significado natural del pasaje, es decir, que la misericordia, la verdad, la paz y la justicia formarán el Gran y ennoblecedora distinción del reino de Cristo. El profeta no proclama las alabanzas de los hombres, sino que elogia la gracia que antes había esperado y suplicado solo de Dios; enseñándonos así a considerarlo como una verdad indudable, que todas estas bendiciones fluyen de Dios. Por la figura sinécdoque, algunas partes que se ponen para el todo, se describe en estas cuatro palabras todos los ingredientes de la verdadera felicidad. Cuando la crueldad arrecia con impunidad, cuando la verdad se extingue, cuando la justicia es oprimida y pisoteada, y cuando todas las cosas se ven envueltas en confusión, ¿no sería mejor que el mundo se acabara, que ese estado de cosas? debería continuar? De donde se deduce, que nada puede contribuir más eficazmente a la promoción de una vida feliz, que estas cuatro virtudes deberían florecer y gobernar supremamente. El reinado de Cristo, en otras partes de la Escritura, está adornado con encomios casi similares. Sin embargo, si alguien prefiere entender la misericordia y la verdad como una referencia a Dios, no tengo disposición para entrar en disputa con él. (477) El surgimiento de la verdad de la tierra, y la disminución de la justicia del cielo, sin duda implican, que la verdad y la justicia se difundirán universalmente, tanto arriba como abajo, para llenar tanto el cielo como la tierra. No pretende atribuir algo diferente a cada uno de ellos, sino afirmar en general, que no habrá un rincón de la tierra donde estas cualidades no florezcan.

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