8 Me has quitado a mis conocidos. Ahora carecía de toda ayuda humana, y eso también se lo atribuye a la ira de Dios, en cuyo poder es doblar los corazones de los hombres a la humanidad, o endurecerlos y hacerlos crueles. Este es un punto que merece nuestra atención; a menos que tengamos en cuenta que nuestra destitución de la ayuda humana en cualquier caso se debe a que Dios retira su mano, nos agitamos sin fin ni medida. De hecho, podemos quejarnos justamente de la ingratitud o crueldad de los hombres cada vez que nos defraudan de las justas demandas de deber que tenemos sobre ellos; pero aun así esto no nos servirá de nada, a menos que estemos completamente convencidos de que Dios, estando disgustado con nosotros, nos quita los medios de ayuda que nos había destinado; así como es fácil para él, cuando quiera, inclinar los corazones de todos los hombres para extender su mano para socorrernos. El profeta, como elemento adicional y aún más grave en su angustiada condición, nos dice que sus amigos lo aborrecieron. (512) Finalmente, concluye observando que no puede percibir ninguna forma de escapar de sus calamidades: estoy callado de que no puedo salir. (513)

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