No hay nada en su mano ] Por un revés de la fortuna, la riqueza, que debería haber descendido al hijo, ha desaparecido. El caso es, pues, la desgracia inversa a la de Eclesiastés 4:8 . Allí se tenían las riquezas, pero faltaba el heredero.

18-20. Las riquezas no son incompatibles con la felicidad.

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