Él le respondió desde el cielo con fuego en hebreo, con fuego del cielo; que era una señal de la aceptación de Dios. El fuego que justamente podría haberse prendido sobre el pecador, prendido sobre el sacrificio y consumido. Así Cristo fue hecho pecado y maldición por nosotros, y al Señor le agradó quebrantarlo, para que por él Dios sea para nosotros, no un fuego consumidor, sino un Padre reconciliado.

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