El rey respondió al pueblo con rudeza: fingía ser altivo e imperioso, y creía que podía llevar todo delante de él con mano alta, y por lo tanto prefería correr el riesgo de perderlos, que negarse a sí mismo hasta darles buenas palabras. Así, muchos se arruinan consultando su humor más que su interés. Porque la causa era del SeñorQuien, habiendo resuelto, en castigo de las idolatrías y placeres criminales de Salomón, quitarle la mayor parte del reino a su hijo, no impidió que Roboam siguiera los dictados de su propio temperamento imperioso y ambiciosos puntos de vista; pero lo entregó al error necio y fatal de responder al pueblo según el consejo de sus consejeros jóvenes e impetuosos, por lo que sus afectos se alejaron de él, y perdió más de la mitad de su imperio. Así, Dios, en su adorable providencia, sirve a sus propios propósitos sabios y justos, mediante las imprudencias e iniquidades de los hombres, y atrapa a los pecadores en la obra de sus propias manos. Los que pierden el reino de los cielos, lo tiran como lo hizo Roboam con el suyo, por su propia voluntad y necedad. Lector, tenga cuidado de que este no sea su caso.

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