Y toda la congregación adoró al rey y todos los presentes testificaron su consentimiento y concurrencia en todo lo que se hizo inclinando la cabeza y adorando, expresando una terrible veneración por la majestad divina mediante posturas de adoración. No es suficiente que estemos donde se adora a Dios; si no lo adoramos nosotros mismos, y no sólo con ejercicio corporal, que de poco aprovecha, sino con el corazón.

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