Dijeron: No hacemos bien. No es bueno para nuestros hermanos, a quienes debemos compadecer y ayudar; ni bien para nosotros mismos, porque podemos sufrir por esta negligencia; ya sea de los sirios, que pueden estar al acecho por aquí, o de nuestro rey y pueblo, o de la mano inmediata de Dios. Así les hablaba su propia conciencia, y escuchaban sus dictados, y le informaban al centinela lo que habían descubierto, quien enseguida llevó la inteligencia a la corte, que no era menos aceptable por haber sido traída primero por los leprosos; y estos pobres afligidos aumentaron su propio gozo comunicándolo así. Las personas egoístas y de espíritu estrecho no pueden esperar ser felices o prósperas: la prosperidad más cómoda es aquella en la que nuestros hermanos comparten con nosotros.

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