Moisés tenía ciento veinte años cuando murió, pero aunque vivió toda la vida humana, y hasta una edad que, en otros que viven a la altura, está acompañada de muchas enfermedades y dolencias, sin embargo, esto ha hecho poco o ninguna alteración en él. Por una obra milagrosa de Dios, en misericordia para con su iglesia, y para el apoyo de la gran causa encomendada a él, parece que el pleno vigor de todas las facultades, tanto del cuerpo como de la mente, le fue preservado hasta la hora de su muerte.

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