Habla con mi señor Esaú. Él llama a Esaú su señor , y a sí mismo su siervo , para insinuar que no insistió en las prerrogativas de la primogenitura y la bendición que había obtenido para sí mismo, sino que dejó que Dios cumpliera su propio propósito en su semilla. Y le da un breve relato de sí mismo y de su propiedad, y de dónde había residido, expresando además el deseo de su favor y amistad.

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