Permíteme suplicar, oh gran Juez de todos, que te abstengas de hacer uso de dos cosas contra mí. Entonces no me esconderé de ti. Entonces apareceré confiadamente para defender mi causa ante ti. Retira tu mano de mí. Suspende mis tormentos durante el tiempo que te suplico, para que mi mente esté en libertad. Y no dejes que tu terror me atemorice. No te presentes ante mí con terrible majestad, ni me trates con rigurosa justicia. Entonces llama y te responderé. Luego elige tu propio método: o me acusas de hipocresía, o de culpa más que común, y me defenderé. O déjame hablar, &C. Discutiré contigo acerca de tu extraordinaria severidad hacia mí; y muéstrame las razones de ello. Esta propuesta huele a confianza en uno mismo y a irreverencia hacia Dios; por lo cual, y otros discursos similares, Dios lo reprendió, Job 38:2 ; Job 40:2 .

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