Había en mi mesa ciento cincuenta judíos y gobernantes. No sólo judíos de la clase inferior, para quienes las provisiones más mezquinas podrían haber sido suficientes; pero también a sus gobernantes, para quienes se debía hacer mejor provisión; quienes acudían a él en todas las ocasiones, ya fuera para exponerle sus quejas o para recibir sus órdenes. Además de los que vinieron de entre los paganos Extraños, que se ocuparon de los negocios y tal vez le trajeron información sobre el estado de la gente vecina y sus designios.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad