A partir de los cincuenta años dejarán de esperar. Se les eximirá de llevar las partes y los utensilios del tabernáculo, y todos los trabajos penosos del servicio, y sólo darán consejo y dirección, y ayudarán en obras menores y más fáciles. ¡Cuán misericordiosas y llenas de compasión son las leyes de Dios! Cuando sus sirvientes se hicieron mayores en años en su servicio, no se les exigió que hicieran el mismo trabajo que hacían cuando eran más jóvenes. Pero sin duda muchos de ellos, que eran mayores de edad para beneficiarse de esta amable provisión que se les había brindado, mostrarían su amor a Dios ejerciendo todavía de alguna manera sus últimos restos de fuerza en su servicio. Y ciertamente felices son aquellos que, por la bendición de Dios en una vida templada, son preservados hasta la vejez, con fuerza para trabajar en su servicio, quien les dio el ser y murió para redimirlos.

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