Un hombre no será establecido por la maldad por ningún proceder pecaminoso, por muy hábil que sea, y aparentemente bien calculado para responder a ese fin. Porque el poder y la prosperidad que genera el pecado se construyen sobre la arena. Pero la raíz de los justos no se moverá, es decir, de su lugar. Se mantendrán firmes y florecerán como árboles bien arraigados.

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